Las etapas históricas de la humanidad son: la Prehistoria, las Edades Antigua, Media, Moderna y Contemporánea. Esta división es una convencionalidad que no es uniforme, ni responde a un criterio científico. 

La Prehistoria sería desde el origen de la humanidad hasta que se inventó la escritura (4 mil años a.C.). La Edad Antigua: desde la aparición de la escritura hasta la caída del Imperio Romano (siglo V d.C.); la Media: desde el siglo V hasta el descubrimiento de América en 1492, o hasta 1453, año en que Constantinopla cayó en poder de los turcos; la Moderna: desde el siglo XV hasta la Revolución Francesa (1789); y la Contemporánea: desde la misma hasta la actualidad.

En esta última se puso fin o se acorraló a los sistemas autoritarios y populistas que todavía existen. Se expandió la forma democrática, republicana y constitucional de gobierno, que garantiza los derechos humanos, que promueve la igualdad -especialmente de las mujeres y de los pobres- y los derechos a la libertad religiosa, a la información y a gozar de un ambiente y clima sano. 

Se creó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea. Se disolvió la Unión Soviética. Hubo cuatro revoluciones industriales; dos guerras mundiales –y el estallido de dos bombas atómicas-; la guerra civil española; y la guerra fría. Creció y se avejentó la población, y se multiplicaron las migraciones. La globalización se tornó imposible de frenar, a pesar de las recientes reacciones nacionalistas, proteccionistas (Donald Trump, Jair Bolsonaro) y separatistas (Cataluña, Irlanda y el Brexit en Gran Bretaña).

En la música gozamos con la creatividad de Ludwig van Beethoven que falleció en 1827. Ese año Charles Darwinpublicó “El origen de las especies”. En el 1853 se abolió en Argentina la esclavitud y en EEUU en 1863. En 1899 Sigmund Freud publicó “La interpretación de los sueños” que marcó la base y el nacimiento del psicoanálisis. En 1905 Albert Einstein en el campo de la física publicó su teoría de la relatividad especial.

 

Fin de la edad contemporánea

Pero en este siglo se están produciendo cambios radicales y vertiginosos que justificarían una nueva edad sin saber cuál debería ser su nombre, lo que podría poner punto final a la Edad Contemporánea.

Lo más notable de esta transformación, que vivimos ahora, se muestra en la importancia que ha cobrado la ecología, el cambio climático y la defensa del ambiente; como con los avances tecnológicos emergentes en varios campos, como: los smartphone, la robótica, la inteligencia artificial, las nubes, la automatización, la nanotecnología, la computación cuántica, la biotecnología, el Internet de las cosas (I o T), las impresoras 3D, las criptomonedas, los algoritmos, las big data, los drones y los vehículos eléctricos y autónomos.

La multiplicación y la concentración de la riqueza se exhiben en el crecimiento de las nuevas megaempresas como Amazon, Apple, Microsoft, Google, Facebook, Uber y las petroleras sauditas, y en los cambios en los empleos que generaron.

Los desbastadores incendios ocurridos en Australia, en el Amazona y en California produjeron daños irreparables. En los atentados y conflictos bélicos se han visto hechos violentos que conmovieron al mundo, como el ataque a las Torres gemelas (2001) y el reciente asesinado del general Qasem Soleimani en Irán perpetrado desde un dron. 

Las multitudinarias protestas callejeras que se han visto, por distintos motivos, en Hong Kong, Irán, India, Francia (“chalecos amarillos”), Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, etc. condicionan las decisiones políticas y exhiben el debilitamiento y la corrupción de los parlamentos, de los partidos y de la representación política.

La eclosión de la cibernética, la genómica y la red han generado nuevas formas sociales y económicas que ya no se centran en la producción de objetos (revolución industrial) o alimentos (revolución neolítica), sino en bienes de conocimiento o intangibles. 

Este nuevo período engendra sociedades distintas, que algunos las definen como sociedades del conocimiento o postindustriales. Estas parecen anhelar el ideal de Francisco de Victoria (siglo XVI) que proponía una «autoridad de todo el orbe»; o sea, una sociedad política y un gobierno mundial democrático y republicano, como lo soñó Jacques Maritain, que garantice los derechos de todos los que poblamos esta bendita tierra.

                  Córdoba, enero de 2020.